Las inusuales temperaturas han provocado la prolongación del consumo de este típico puchero madrileño
Texto y fotos: Roberto Alonso
Cocido madrileño en puchero al calor de las brasas
Después de varios amagos parece que la inusual primavera quiere dejar paso a otras temperaturas y por ende al consumo de otros platos más acordes. Hemos querido despedirnos del tradicional cocido, aunque nunca podremos decir que no degustaremos otro, hasta después del verano. Para ello decidimos, antes de la ingesta, disfrutar de un precioso paseo en día soleado por la senda de 'Los Molinos' a la vera del río Perales en la localidad madrileña de Navalagamella. El recorrido es gratificante y serpentea por la orilla de este pequeño río durante un tercio de su recorrido.
Siguiendo la senda se pueden ver diferentes molinos hidraúlicos harineros. La primera referencia que se tiene de ellos, dicen que es en El libro de la Montería de Alfonso XI.
Algún molino conserva su estructura. Estuvieron olvidados durante muchos años, pero hoy se pueden contemplar y entender su funcionamiento gracias a los paneles que se han colocado en sus inmediaciones.
Al llegar al pueblo se olfateaban variados olores de pucheros y carnes a la brasa. Las pupilas se abren de narices y las narices ni os contamos. Junto a la carretera se divisa una terraza repleta que pertenece al retaurante La Chasca. La suave brisa empuja una sutil bocanada de humo hacia la calle y se acentuan esos olores recibos con anterioridad.
Mientras queda alguna mesa vacía, nos tomamos un aperitivo para hacer boca en uno de los barriles que hay dispersos por la terraza.
"Patatas revolconas con torreznos" son las encargadas de empezar a inquietar nuestra flora intestinal.
No aguanto más. ¡Quiero ser uno de los que están ahí sentados! leo sobre un bocadillo que emerge de la cabeza de uno de nosotros.
Los barros humean en una parte de la brasa y en otra separada se asientan carnes sudando y tostándose. La espera se ameniza con algún que otro vino y vermut, pero las ganas de sentarse se acentúan. Al fin nos avisan que hay una mesa y no dejamos ni que nos traigan la carta. Sabemos lo que queremos. El cocido en barro tiene que despedir esta estación con dignidad. No es un cocido de los que abruman, que te dan lástima por no poder terminar la otra mitad de lo que te han puesto. No. Es personal e intrasferible. Correcto y sin pretensiones a la hora de elegir las variadas carnes o tocinos. Un poco de todo y sin avasallar. Lo suelen servir volcando el caldo en un plato con los fideos, aparte vuelcan legumbre y carnes y por último las verduras por separado. En nuestro caso no quisimos la sopa y pedimos que nos volcasen el caldo con legumbre y carnes. No hay sobresaltos en la bodega, pero hay que recordar que estamos de comida casi campestre tras el paseo matutino, así que un Ribera del Duero pasable moja carnes y legumbres.
En fin, las imagenes también os darán una pista a vuestras Pupilas. Un buen día para dejar el régimen y un buen día para despedir a este puchero madrileño hasta buen ver.
Queremos desde aquí mencionar y agradecer al restaurante La Chasca y a http://navalagamellabella.blogspot.com.es/ el trato recibido. Hemos pasado un gran día. |
Llevo tiempo queriendo hacer régimen para quuitarme algún kilito, pero viendo todos estos platos, he decidido que no me voy a quitar el placer de comer. ¡¡¡Que reportaje tan estupendo!!!. Tengo que ir a conocer este sitio
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