Acometimos nuestro último viaje a la
Sierra de Francia en los primeros días del 2014, justo cuando el
crudo invierno nos tenía cogidos por las pelotas. En su día, el
trayecto en coche desde Madrid hasta tierras salmantinas lo
calificamos de dantesco. Ventiscas, lluvia, granizo, nieve... No
faltó absolutamente de nada. Cómo sería que a mitad de camino
recibimos una llamada de David Margó, nuestro anfitrión en la
pequeña localidad de Sequeros, para invitarnos a posponer la fecha:
“Si aún no habéis salido, mejor lo dejamos para otro día, aquí
no hay quien salga a la puerta de la calle”. Con más de la mitad
del trayecto ya recorrido no hubo marcha atrás.
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David Margó, en el restaurante que lleva su apellido en la localidad de Sequeros. |
Sequeros nos recibió camuflado entre la
niebla. A duras penas intuíamos los sinuosos trazados de sus calles
empedradas y fachadas de entramado. La hora del Ángelus (aperitivo)
había pasado. Llegamos a mesa puesta, con las pupilas persiguiendo
el mareante movimiento del limpiaparabrisas y nuestras papilas
abiertas de par en par en busca de vinos y viandas serranas.
En el umbral de la puerta del
Restaurante Margó nos recibió David, dueño del hotel-restaurante,
el único que hay en la localidad salmantina. Tras los saludos preceptivos nos
invitó a probar un vino de la tierra, de la D.O Sierra de Salamanca:
Viñas del Cámbrico, 2010, un tinto nacido en las terrazas
graníticas de la Sierra de Francia, rodeadas de bosques, un lugar
idóneo para cultivar las vides de Rufete (variedad autóctona),
Tempranillo y Garnacha con las que obtienen este coupage. A pesar de
su alta graduación alcohólica, el vino mostró nobleza y amplitud
en el paladar. Apuntar también que es de agricultura ecológica.
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Comedor del restaurante Margó. |
Tras unos tragos reconfortantes,
nuestros maltratados cuerpos por el trajín del viaje se fueron
acomodando. El aroma humeante de unas Patatas Meneas al Estilo
Serrano abrió torrentes de saliva en nuestras bocas. Un plato típico
salmantino a base de patata, ajo, aceite, pimentón y torreznos que
el día lo pedía. En el segundo asalto nos enfrentamos a un Arroz Caldoso con Gambones, Mejillones y Calamares. Sabroso el arroz y en
su punto de cocción nos dejó tremendamente satisfechos. La
sobremesa la compartimos con David Margó, quien aprovechó para
ponernos en situación y contarnos cómo transcurría la vida por
aquellos entornos: “Llegué a Sequeros buscando una casa para abrir
un negocio de turismo rural. Había buscado por el Pirineo Catalán,
yo soy del Bais Llobregat, pero los precios en aquella zona
resultaban prohibitivos para mi bolsillo. De aquello hace ya unos
diez años. Comencé con una casa rural, La Serrana, que aún está
abierta al público, y hace tres años abrí el Hotel-Restaurante”.
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Ensalada de guacamole y langostinos. |
La pasión por la cocina de este
catalán comenzó como hobby para después convertirse en profesión.
“Lo que intentamos en Margó es dar un poco la vuelta a los platos
típicos de la Sierra, con ciertos toques de actualidad. Potenciamos
las cocciones al vacío a bajas temperaturas. Los productos conservan
todo su potencial de sabor y las grasas se reducen al máximo. Los
embutidos de la zona, la carne de Vaca Morucha, los escabeches de
caza, las setas en temporada y los vinos de la Sierra son nuestras
señas de identidad”, apuntaba nuestro anfitrión.
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Boletus con aceite y perejil. |
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Bacalao a baja temperatura con muselina de ajos y patatas meneas. |
La carta del restaurante Margó es
sugerente: Sopa de cebolla con tomillo, Vichisuá de manzana ácida, Ensalada de queso de cabra y mango, Arroz de bogavante caldoso,
Lentejas de la Almunia con foie, Manitas deshuesadas de ministro con
boletus y gambas, Perdiz escabechada, Tostón confitado a baja
temperatura, Chuletón de Morucha... En fin, algunas propuestas que
se mantienen y otras que van cambiando según el mercado de
temporada.
La siesta fue obligada por el cansancio
y por las inclemencias invernales. Las estancias del hotel resultaron
agradables y las habitaciones, muy espaciosas, mantienen la
arquitectura y decoración propias de la zona. El silencio, acolchado
por la pertinaz lluvia, resultó un inmejorable compañero de viaje
hacia un sueño reparador.
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Tostón confitado. |
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Coulant de chocolate y frutas del bosque. |
Nuestra primera visita en Sequeros nos
llevó hasta la Bodega de Juan Iglesias, un joven, natural de
Sequeros, que lleva al frente del negocio más de 15 años. Allí nos
encontramos a parte de su familia en plena matanza. Juan nos contó
que su abuelo, José Antonio González, ya elaboraba vino antes de la
guerra. “Conservo el papel de la declaración de cosecha de mi
abuelo del año 1936. Seguimos manteniendo el método tradicional de
elaboración del vino. En la actualidad venimos haciendo unos 3.000
litros al año con uvas Rufete y Tempranillo que se acaban en
temporada. Solamente nos dedicamos al vino de cosecha, no tenemos
espacio para crianzas ni nada por el estilo. Lo que sí elaboramos
son distintos tipos de aguardiente totalmente naturales”. Juan
Iglesias también nos apuntó que la mayoría de las viñas de la
Sierra de Francia están plantadas en terrazas de solana y que los
vientos cálidos confieren un microclima mediterráneo muy favorable
para el cultivo de la vid, llegando algunas viñas a estar a una
altura de 900 metros sobre el nivel de mar.
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Juan Iglesias, en un rincón de su bodega. |
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Embutiendo salchichones en una matanza casera. |
Entre jamones, morcillas, lomos,
salchichones, caretas y rabos de cerdo nos apretamos unos buenos
vasos de Tinto Rufete mañanero. Un buen comienzo matinal para
aguantar el rigor invernal. La niebla seguía envolviendo los
rehabilitados caserones de granito y aire burgués construidos
durante el siglo XIX y comienzos del
XX, una etapa en la que el municipio serrano llegó a ser capital
administrativa de la Sierra. Las calles de Sequeros están salpicadas
por alojamientos rurales, llegamos a contar más de 20. A la hora del
aperitivo entramos en el Bar Andrés, el único establecimiento
retirado de la Plaza. Allí, Mary Carmen González nos agasajó con
unos excelentes Farinatos, masa a base de pan rayado, manteca de
cerdo, aguardiente, anises y pimentón, frita en aceite muy fuerte.
También pudimos probar una excelente tortilla de patatas con cebolla
y huevos en abundancia, muy jugosa.
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Agustín Maillo posa delante del retrato de su abuelo, en la puerta de su bodega. |
A la tarde, por carreteras
serpenteantes, llegamos a Mogarraz, otro de los municipios serranos
declarado Conjunto Histórico, junto a Sequeros, La Alberca, Miranda
del Castañar y San Martín del Castañar. La tarde nos acompañó
por el laberinto entramado de la villa salmantina. Unos inquietantes
retratos de vecinos en las fachadas del municipio nos impactó
sobremanera. Agustín Maillo Seisdedos, dueño de la bodega La Zorra
y guía ocasional de nuestra vespertina visita, nos apuntó los
orígenes de tan fascinante propuesta mientras posaba al lado del
retrato de su abuelo, Francisco Maillo Criado: “Son rostros de 388
vecinos que miran al visitante desde las fachadas de las casas donde
habitaron. Se trata de una obra del conocido pintor salmantino
Florencio Maillo, natural de nuestro pueblo. El artista quiso
retratar un instante del otoño de 1967, cuando un fotógrafo retrató
a todos los habitantes de la Villa para que tuvieran la foto-carné
necesaria para sacarse el DNI. Dicho archivo gráfico fue la fuente
de inspiración durante cuatro años de trabajo, donde todos los
retratos fotográficos fueron pintados sobre unos lienzos gigantes de
chapa”.
Parece como si aquellos antiguos
moradores se asomasen a través de los entramados de las fachadas y
te invitasen a recorrer las calle de Mogarraz.
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Una fachada de Mogarraz, con los retratos de sus antiguos moradores. |
Antes de nuestro paseo por la judería
de Mogarraz, visitamos el Museo del Ibérico de Calama. Antonio de Luis
Calama, al frente del negocio, ha creado un espacio expositivo en
donde conocimos toda la tradición de la matanza y de los productos
ibéricos de la zona. Cuenta con una sala de degustación en donde se
pueden probar chorizos, salchichones, cabeza de lomo y los jamones
ibéricos y de recebo. Sin lugar a dudas, un lugar idóneo para
comprar los manjares de la Sierra.
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Calama, un lugar idóneo para comprar los manjares de la Sierra de Francia. |
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Distintos vinos de la D.O. Sierra de Salamanca. |
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Agustín Maillo, en la sala de barricas y con una botella de Cabras Pintás. |
Justo enfrente, cruzando la carretera,
nos esperaba Agustín Maillo para enseñarnos su bodega y probar la
nueva añada de Vinos La Zorra. Agustín nos recuerda los inicios de
su abuelo Francisco Maillo al frente de la bodega. “En la
actualidad tenemos cuatro referencias: La Zorra (blanco y tinto), La
Vieja Zorra y Cabras Pintás. Disponemos de ocho hectáreas de viñedo
propio y después trabajamos con algunos viticultores de la Sierra
que hacen las cosas como nos gusta”. Tras finalizar la visita por
las distintas estancias de la bodega, nos detenemos en los vinos.
Desde las mismas barricas, Agustín Maillo nos describe los distintos
coupages que conformarán los vinos de este 2014. De cosechas
tardías, aún les faltaba evolución, pero ya apuntaban maneras
sobresalientes. Destacar el Cabras Pintás, marca que hace referencia
a un topónimo, un canchal en donde se encontraron los primeros
signos de civilización en la zona. “Con Cabras Pintás hemos
pretendido acercarnos a los vinos que históricamente producía cada
familia en su casa, en la Sierra de Francia. Es nuestro tinto más
joven y fresco, con un marcado aire rústico. Es el vino que hacían
nuestros abuelos pero utilizando las técnicas de control de
parámetros actuales. Está elaborado a partir de nuestra uva
autóctona, la Rufete, en sus tres cuartas partes, completándose con
Tinto Aragonés (tempranillo) y un toque de Garnacha”. El resultado
es un vino de color cereza con destellos violáceos, de capa media
que destaca por su franqueza en nariz y la especificidad del terruño,
donde se puede apreciar la conjunción entre la mineralidad de los
suelos de pizarra de donde procede, con las frutillas de monte y el
toque herbal de sotobosque y quejigal.
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Calle de Sequeros. |
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Iglesia de Sequeros. |
De vuelta a Sequeros nos encontramos
con la Cabalgata de los Reyes Magos. La inercia nos llevó hasta el
Teatro León Felipe, una minibombonera coqueta y cuidada, construida
en 1876, en donde pequeñas compañías y grupos de teatro
aficionados embellecen de vez en cuando las almas de los paisanos.
Tras la correspondiente entrega de los regalos a todos los niños,
los bares de la Plaza se preñaron de ambiente. Cervezas, unos chatos
de 575 uvas, de Cámbrico, y tapas ibéricas pusieron el broche
gastronómico a nuestro viaje. Ya en el silencio de la noche,
rememorando lo vivido, nos conjuramos a volver. Será en esta
primavera, y por supuesto descansaremos en este remanso de paz que es Casa Margó.
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Espaciosa habitación de Casa Margó. |
PRECIOSO ,David y todos los amigos ,enhorabuena.
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