Esta vez tuve la suerte de beber vino en una bodega y no de catarlo. Gran diferencia donde las haya, amigos. Y tuve doble suerte ya que el azahar me llevó a sentarme al lado de Belén Sanz Cid, enóloga y directora técnica de Dehesa de los Canónigos (Ribera del Duero). Bajo el paraguas de una agradable cena a base de huevos y patatas fritas, chorizo y lomo de orza, nuestros anfitriones nos agasajaron con unas cuantas botellas de sus mejores añadas.
Texto: Diego Garanda
Fotos: D.G. y Archivo
En la sala de control y redes: Nacho Ruiz
En la sala de control y redes: Nacho Ruiz
Luis Sanz, flanqueado de sus hijos, Belén e Iván. |
Para salir un poco de la información
rutinaria que los expertos despliegan para ensalzar las virtudes de
un vino, le propuse a Belén Sanz que dejase a un lado los
formulismos y que me contase algunos pequeños secretos de los vinos
que nos disponíamos a beber. Al son de unos aperitivos ibéricos y
el patriarca familiar, Luis Sanz Busto, poniendo su bodega en el
mapa, se descorchó un Magnum selección especial del 2006.
Luis Sanz, con una falla de su vivo retrato que fue indultada en Valencia. |
De las 600 hectáreas que componen la finca, 70 están dedicadas al viñedo. |
“En la actualidad, la finca tiene 600
hectáreas, de las cuales 70 están dedicadas al vino. Tiene la
importancia de haber sido, con su finca matriz, la primera en haber
plantado vides en la repoblación del Duero, tras la llegada de la
filoxera. Esto sucedió en el mandato del tercer Abad de Santa María
de Valbuena, con vides procedentes de Borgoña”, nos ilustra Luis
Sanz.
Al Término de la exposición de su
padre, mientras que el vino se oreaba en el decantador, Belén Sanz
nos explicó a grandes rasgos su andadura en el mundo del vino: “La
Bodega Dehesa de los Canónigos es fundada en 1988, año en el cual
se comienza a elaborar y comercializar vino propio, con una
producción máxima de 250.000 botellas, siempre con nuestra uva, no
compramos uva de fuera. La calidad de nuestro vino viene determinada
por la estricta selección de la uva, fruto de un cuidadoso proceso
de producción del que tan sólo se aprovecha el 50% de la
recolección. Me saqué el título de Enología, Técnico
especialista en Viticultura y Enotecnia, en la Universidad de
Valencia y completé mis estudios en Burdeos, cuna del vino. Tras
finalizar los estudios completé mi aprendizaje en las Bodegas Vega
Sicilia y Cuevas de Castilla, así como en la Estación Enológica de
Castilla y León”.
Belén Sanz, en un momento de la cena, explica a los comensales las añadas que se estaban bebiendo. |
Llegó la hora de la verdad, de beber y
comentar los pequeños secretos de los vinos que iban a fluir durante
la cena. Quien da el pistoletazo de salida es Ivan Sanz Cid, director
gerente de la bodega: "Bueno, se terminaron los discursos. Vamos a lo
que hemos venido: Bebamos". El primer trago ya es de terciopelo.
Rápidamente Belén Sanz se me acerca y comienza a contarme sus
secretos, esas intimidades entre una madre y un hijo. Esos pequeños
detalles que pocas veces salieron a la luz: “Una de las cosas que primero valoro
de una cosecha es qué capacidad va a tener de aguantar la madera. En
la añada de 2006, en un principio, vi que tenía poca fruta pero
después me sorprendió gratamente. El aporte de la madera americana
le confiere un pequeño toque de regaliz de palo. Es un vino muy
agradable a la entrada”.
Cuatro de las mejores añadas de Dehesa de los Canónigos. |
Dada buena cuenta de los ibéricos y
con el olor a huevos fritos merodeando entre los comensales descorcharon un Reserva del 2005. En secreta confesión, la responsable
de la criatura asegura que “en este vino me confundí, por
cobardía. Cuando ya tenía decidido que la añada iría destinada a
Gran Reserva, me llaman para la cata final. Dio la casualidad que en
aquella época había probado muchos 2005 de otras bodegas, no
encontrando en aquellos vinos eso que yo había encontrado en el
nuestro. Y pensé: ¿A ver si va a ser amor de madre? La apuesta de
reserva en nuestra bodega es una responsabilidad para mí muy grande.
El vino puede ser extraordinario para Reserva, pero a lo mejor si lo
dejas para Gran Reserva no llega. Tengo que reconocer que metí la
pata, ya que hubiese sido un magnífico Gran Reserva. Desde entonces
dije: La primera decisión será la válida. Fue una añada de las
que te dejan dormir. Los parámetros de calidad de uva venían
perfectos. En este vino yo no tengo nada de mérito, todo lo tiene la
uva que lo dio. Fue una vendimia perfecta”.
Gran Reserva 2001. |
Tras un buen rato de ingesta,
acompañando a los huevos, chorizos y lomo, llegaron unas patatas
fritas (de la nueva cosecha de la propia finca) que enmudecieron a
los allí presentes. Al unísono descorcharon un Gran Reserva 2001,
del que Belén Sanz también nos desveló interesantes detalles: “Estamos bebiendo este vino gracias a
que mi padre no dejó llegar a la cosecha de 1998 (la primera bajo su
supervisión de principio a fin) a Gran Reserva, ya que lo vendió
antes. Desde un principio decidí que este vino (2001) tenía que
llegar a Gran Reserva. Me tiré a la piscina y fui valiente apostando
por la longevidad. Para que no hubiese posibilidad que mi padre lo
vendiese antes, cambié la botella y busqué un nuevo recipiente para
que el vino se beba, que no se guarde para un momento especial, que
no le dé miedo a la gente consumirlo. Entonces me decido por una
botella que si quieren guardarlo como recuerdo con el simple
continente vacío tendrán bastante: Así nace la botella ánfora. El
vino es para beber, disfrutar, no para buscar el momento que nunca
llega. Al final, el vino muere, como todos, y cuando queremos darnos
cuenta ya no podemos disfrutarlo. Fue una añada de las que me siento
orgullosa ya que el paso del tiempo la mejora. El vino sigue estando
ahí, sigue teniendo su fuerza, la viveza que buscas en un vino
cuando ha pasado tanto tiempo. El paso del tiempo ha hecho que el
conjunto de sabores y aromas sean más maduros. El tiempo en el vino
es igual a la sabiduría de la madurez en las personas”.
Tras las sinceras y apasionadas
palabras de Belén y con el paladar engolosinado y plagado de matices
y danzas minerales, llegó la gran sorpresa de la noche: una botella
Mágnum de 1998. Fue el gran momento... A Luis Sanz y a sus hijos
Belén e Iván se les ilumina la cara de ilusión. Percibo que es un
gran momento para esta familia enamorada del vino y no es difícil
contagiarse. Visto y bebido los vinos elegidos que han precedido, me
imagino el embriagador elixir que puede contener la botella. Se hace
el silencio y mi compañera de cena nos desvela otro secreto:
“Terminé mis estudios en 1997, pero Antonio Sanz (Bodega de
Crianza Castilla La Vieja de Rueda) decidió que no me estrenase en
aquel año, ya que iba a ser una añada muy complicada. Me aconsejó
que esperase un año más. Fue en el 1998 cuando me estrené.
Embotellé y escondí 50 botellas Mágnum del 98. Cuando hicimos la
obra no me di cuenta y mi padre las encontró. La primera botella la
abrí con él. Esto fue hace unos ocho años. Estuvieron guardadas
unos cinco. Esta que os estáis bebiendo es una de las últimas
botellas de aquella primera añada”.
La arquitectura de la bodega es típica de un caserío vasco. |
La verdad es que el vino tenía algo
especial. Quizás una mezcla de ímpetu casi juvenil, el de Belén
dando puntadas a su primera cosecha, confabulado con el poso de los
años y el silencio de un rincón, aquel en donde aquellas 50
botellas estuvieron escondidas durante tanto tiempo. Fue una velada de esas que se recuerdan, plagada de suaves tragos que
parecían besos, sutiles tragos de verdad. Todo se acabó pero al
escribir estas líneas, unas semanas después, aún retengo una
sensación placentera. El recuerdo de la familia de Dehesa de los
Canónigos, el recuerdo del amor por los vinos bien hechos, y sobre
todo, desde la distancia, percibo la calidez de la amistad. Por eso
al final de la noche, cuando me tocó dejar una inscripción en una
barrica la letra fluyó: “Por el instante de un trago, brindo por
Los Canónigos”.
Dedicatoria de Pupilas a Dehesa de los Canónigos. |
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