Ante el esperpento en que se han convertido ciertas zonas del centro de Madrid en el arte del cañeo, la calle Ponzano, en el castizo Chamberi, sigue manteniendo el pulso del alterne, del trago y paso atrás, del pincho y el jolgorio. Para los amantes de lo de siempre ahí está, en el presente y manteniendo la singularidad de lo auténtico.
Y es que Madrid es mucho Madrid. Sobre todo cuando has tenido la oportunidad de ver como parte de la ciudad se transforma en algo que nada tiene que ver con su identidad. La calle Ponzano, fuera del relaxing cup turístico, te hace sentir el Madrid de antaño.
Fotos y Texto: Diego Garanda y Roberto AlonsoEn la sala de control y redes: Nacho Ruiz
El Doble. Cañas clásicas y encurtidas de personal con ganas de saborear la hora del aperitivo |
En parte, el carisma de una ciudad como Madrid viene dado por sus calles con espíritu burlón y gente abierta pateándolas. Zonas bien diferenciadas por su arquitectura, historia e idiosincrasia hacen que esta Villa dibuje ciudadanos risueños, sobrios, bohemios y chulos que militan con afán este lado de su perfil social, pero la mayoría de sus tascas, bares y mesones, desgraciadamente hace ya años, que empezaron a dibujar otra identidad que poco tiene que ver con sus primigenios rasgos, como se puede ver de manera patente en el centro histórico de la ciudad.
Un sábado soleado de otoño aparcamos el coche en la calle José Abascal.
- ¿Qué hora es? - Pregunta alguien.
- Las 12:00.
¡Coño, el Angelus!
Con puntualidad celestial tomamos la calle Ponzano desde Santa Engracia, por aquello de venerar algún santo en la nombrada hora. En este punto es obligado visitar una de las bodegas más emblemáticas de Madrid, La Ardosa. De las 22 de estas tabernas que regaban de vino y licores la ciudad, sólo quedan tres.
Don Manuel López era el dueño de La Ardosa de la calle Colón y compraba el vino para las 22 bodegas, todas ellas de diferentes dueños.
La bodega que pisamos se sitúa en la calle Santa Engracia 70 y data de 1919. En 1952 José Martinez se hizo cargo de la misma, y el sábado 5 de octubre de 2013, Daniel Rojo nos colocó unos vermuts con sifón acompañados de banderillas para darnos un meneo en la memoria y sacar algo del cheli de antaño que llevamos dentro. Los denostados brandys y cognacs se sitúan en las estanterías reivindicando un pasado que para ellos fue glorioso y desde esa altura observan el casticismo en forma de cañas, licores, vermuts y patatas bravas, estas últimas muy nombradas.
Con el arreón ardosero de banderillas y vino hipocrático nos encaminamos a encumbrar las tabernas de la calle Ponzano como si de los 14 ochomiles se tratase. La jornada va a ser de aupa. Nos hubiera encantado contar con la colaboración de Juanito Oiarzabal o Jesús Calleja para esta aventura, pero unas inoportunas lesiones de última hora les obligó a permanecer en el campo base.
En el número ocho de la citada calle hicimos la primera parada. La Pinta, donde Mª Eugenia se esmera preparando unas tortillas mas jugosas que las cuentas en Suiza de Bárcenas. Las cañas, de gran presencia, acompañan tan suculento aperitivo libre de impuestos y sacar de nuestro ánimo una expresiva felicitación, hecho por el cual esta artista de las finanzas nos gratificó con una mini hamburguesa igualmente jugosa.
Con la vista puesta en las imaginarias cumbres nevadas y sin ayuda de los sherpas vislumbramos el siguiente campo base. En el número 12, una clásica fachada luce en esquinazo y lleva por nombre el de la calle que habita, Ponzano. Doblando la esquina entras al restaurante por la Calle Morejón.
Con la curiosidad que despierta las maderas del exterior nos adentramos a un local renovado que mantiene una cocina tradicional bien ejecutada. Hermosean la barra con pinchos y muestran platos con solera para incitar al personal a pedir tenedores, cucharas, cuchillos o, en nuestro caso, unos piolets para franquear la arista de un muro que parece infranqueable.
En esta santa casa el gusto por lo tradicional lo lleva Paco García como lo hizo su padre con su abuelo, de la misma manera que las Matrioskas se dan paso unas a otras. Desde su comienzo como ultramarinos por parte del abuelo de Paco, ha dado cobijo a tres generaciones dejando en el presente unos escabeches de tal sutileza que nos pusieron los ojos como tomates.
De bonito, lengua o perdiz, aunque el escabeche de la húmeda se sale, no podéis salir de aquí sin probar este ancestral guiso. Callos, riñones, huevos de calidad, buenas carnes en forma de Villagodio y pescados bien adquiridos y trabajados como la merluza se alían en esta cocina hogareña y castiza.
Trabajan el producto de temporada y en otoño ofertan buenas setas. Para el mes de Noviembre preparan unas jornadas de casquería que suponemos serán para que se te caigan las criadillas al suelo.
En definitiva, la cocina de mercado del local de Paco García, junto a unos buenos vinos de La Rioja, nos empujaron a seguir ascendiendo hacia la cumbre sin dejarnos de preocupar por el estado de Juanito Oiarzabal y Jesús Calleja.
Con la intención de plantar el tercer campamento nos dirigimos a La Sala de Despiece, local de reciente apertura con el leit motiv que lleva como nombre. Petada de corderos estaba la sala de despiece. Apenas pudimos adentrarnos para pupilar lo que allí se cuece, por lo que decidimos dejar la arista para alguna expedición futura.
Una estampa parecida nos encontramos en el siguiente campamento, a la altura del número 58. Dicen que a los pies de El Himalaya puedes encontrar tanto ambiente como en Ibiza en pleno agosto, pero a nosotros ni una cosa ni otra, preferimos estas cumbres espirituosas y su paisanaje.
En El Doble hicimos el esfuerzo de pedir las cañas desde la puerta, y aquí os vamos a dar un consejo infalible para barras atestadas y conseguir llamar la atención del camarero para que te atienda. Decid en voz alta "AITO". No falla, veréis que rápido mueve la cabeza buscando la procedencia de esa voz. Y si os preguntaís el motivo por el cual atienden a esta orden no tenemos ni la más puñetera idea. Comprobamos que a la cerveza la miman usando el sistema tradicional que se anuncia en la fachada a pesar del alboroto que allí tienen montado. Espumas cremosas, mariscos y buenas conservas reúnen a una fiel y bulliciosa parroquia que a diario hace parada en esta más que tradicional cervecería.
En el reposo que nos tomamos, la relajación llega conversando caña en mano mientras un merecido cigarro comienza a humear entre alguno de nosotros. Vacile y risas dan pié a conectar con algunos de los vecinos del chaflán que habitamos.
Unas encantadoras hermanas adoptan con gratitud esta sana costumbre de charlar con compañeros de barra, en este caso de calle, lo que desemboca en invitaciones simultáneas y a encaminarnos juntos en el arte de disfrutar de un Madrid auténtico.
¡Esto es Madrid!.- Espeta Chelo Pastor dirigiéndose a su hermana Piti, de visita con su marido Javier y respondiendo con una sonrisa asentando con la cabeza.
Qué razón tiene esta catedrática de literatura. ¡Esto es Madrid! Gente sin prejuicios abierta a disfrutar de la vida. Últimos sorbos y nos encaminamos a la cervecería Fide con ánimo risueño y el puntillo que aportan las fermentaciones aderezadas con aperitivos. Un sol otoñal atempera el recorrido hacia la famosa cervecería permitiendo descubrir un poquito los unos de los otros en las placenteras conversaciones que nos otorgamos.
Dani y Fidel Verdugo fundaron hace 50 años una primera cervecería en Ponzano nº 8. La que tenemos ante nosotros tiene doce primaveras como doce soles ofreciendo a los parroquianos unas cañas impresionantes, bien frescas y con una espuma que ya quisieran los fijadores de L'Oréal.
Aquí, como en muchas de las otras tabernas, es típico el consumo de conservas de calidad. En Fide las conservas de berberechos Ramón Peña son solícitas con el inconveniente de pedirlas tras unas cuantas rondas. A ver quien dice berberechos cuando la lengua hace de las suyas. En tal caso es mejor decir mejillón, que además los tienen muy ricos de Ramón Franco.
Fco. Javier Cordero, camarero de Fide, nos recomienda también las navajas Mariscadora, pero la visión y el olor de unas firmes gambas blancas en fraternales abrazos con camarones nos hacen declinar las conservas a una segunda conjugación.
La infalible combinación de marisco, cerveza y humanidad en estado de gracia nos permite disfrutar de la sincera sonrisa de Javier y de la cordialidad de su compañero Julian Saez ,que nos brinda otra ronda de lúpulos con una tierna timidez.
¡Madrid es mucho Madrid! Y esto lo decimos nosotros. A estas alturas hemos conformado un grupo variopinto en el que cada cual, a buen seguro, esta reviviendo tiempos pasados en situaciones parecidas. La espontaneidad, compartir con desconocidos como si no lo fueran, ir de un sitio a otro y hablar con el prójimo sin timidez y sin condición. En resumidas cuentas, saborear la calle.
Justo enfrente de Fide reivindica su existencia La Parroquia. ¡Esto es un no parar! ¿Pero quien dijo que subir los ochomil era fácil?
En una escapada al baño y con la aventura montañesa metida en el subconsciente, alguien asegura haber oído a Jesús Calleja pidiendo auxilio en las entrañas del retrete. Ante tal aseveración otro jura haber visto a Oiarzabal con la nariz metida en una copa Danone de chocolate y nata alabando las bondades del vino Somontano. Un risueño ánimo te guía a estas alturas de la tarde, en la que en ningún momento se haya visto decaer el público en los locales.
Entre tanto, La Parroquia ofrece salazones de Barbate en forma de mojamas de maruca o huevas. Atún Rojo Don Bocarte, embutidos y jamón Joselito, marisco fresco, queso de Tarancón y Picón Asturiano acompañan el tirón del vermut que aquí dispensan.
Las Anchoas del Cantábrico (Codesa) con tomates verdes en salmuera es una mezcla interesante aunque un poco fuerte. Nos recomiendan anchoas La Costera si te decantas por este tipo de semiconserva pesquera.
Esta parroquia zamorana lleva dos años funcionando en lo que eran las antiguas Mantequerias Vidales y hace apenas una semana inauguraron otro local en la misma calle Ponzano, lo que añade un sitio más a esta impresionante ruta castiza en la que nos dejamos muchos otros campamentos por visitar. Recordamos entre ellos la Sala de Despiece la cual cuando quisimos volver estaba cerrando y dejaremos para otro intento de alcanzar altas cimas.
Por hoy tuvimos bastante y nos retiramos con el castizo inyectado en nuestras pupilas y con los andares haciendo equilibrios, viendo, por lo que nos encontramos al cruzar la calle, que no fuimos los únicos en pasárselo bien por Ponzano, la calle que pone la 'z' de castizo a Madriz.
Un sábado soleado de otoño aparcamos el coche en la calle José Abascal.
- ¿Qué hora es? - Pregunta alguien.
- Las 12:00.
¡Coño, el Angelus!
Fachada de La Ardosa en Santa Engracia, 70. |
Con puntualidad celestial tomamos la calle Ponzano desde Santa Engracia, por aquello de venerar algún santo en la nombrada hora. En este punto es obligado visitar una de las bodegas más emblemáticas de Madrid, La Ardosa. De las 22 de estas tabernas que regaban de vino y licores la ciudad, sólo quedan tres.
Don Manuel López era el dueño de La Ardosa de la calle Colón y compraba el vino para las 22 bodegas, todas ellas de diferentes dueños.
La bodega que pisamos se sitúa en la calle Santa Engracia 70 y data de 1919. En 1952 José Martinez se hizo cargo de la misma, y el sábado 5 de octubre de 2013, Daniel Rojo nos colocó unos vermuts con sifón acompañados de banderillas para darnos un meneo en la memoria y sacar algo del cheli de antaño que llevamos dentro. Los denostados brandys y cognacs se sitúan en las estanterías reivindicando un pasado que para ellos fue glorioso y desde esa altura observan el casticismo en forma de cañas, licores, vermuts y patatas bravas, estas últimas muy nombradas.
Unos vermuts con banderillas para saludar el mediodía. |
Con el arreón ardosero de banderillas y vino hipocrático nos encaminamos a encumbrar las tabernas de la calle Ponzano como si de los 14 ochomiles se tratase. La jornada va a ser de aupa. Nos hubiera encantado contar con la colaboración de Juanito Oiarzabal o Jesús Calleja para esta aventura, pero unas inoportunas lesiones de última hora les obligó a permanecer en el campo base.
En el número ocho de la citada calle hicimos la primera parada. La Pinta, donde Mª Eugenia se esmera preparando unas tortillas mas jugosas que las cuentas en Suiza de Bárcenas. Las cañas, de gran presencia, acompañan tan suculento aperitivo libre de impuestos y sacar de nuestro ánimo una expresiva felicitación, hecho por el cual esta artista de las finanzas nos gratificó con una mini hamburguesa igualmente jugosa.
Escaparate de la cervecería La Pinta. |
Las tortillas de La Pinta son para llevártelas a un paraíso fiscal. Las cañas comparten el arte de los aperitivos. |
Con la vista puesta en las imaginarias cumbres nevadas y sin ayuda de los sherpas vislumbramos el siguiente campo base. En el número 12, una clásica fachada luce en esquinazo y lleva por nombre el de la calle que habita, Ponzano. Doblando la esquina entras al restaurante por la Calle Morejón.
Fachada de la cervecería-restaurante Ponzano. |
Un huerto sobre el pan. Berenjenas, calabacines, espinacas y salsa Romescu |
Huevos Poché con picadillo, para mancharte las narices de una excelente yema de huevo. Abajo escabeche de lengua que quita el habla. |
En esta santa casa el gusto por lo tradicional lo lleva Paco García como lo hizo su padre con su abuelo, de la misma manera que las Matrioskas se dan paso unas a otras. Desde su comienzo como ultramarinos por parte del abuelo de Paco, ha dado cobijo a tres generaciones dejando en el presente unos escabeches de tal sutileza que nos pusieron los ojos como tomates.
No hay colirios para arreglar esto. |
De bonito, lengua o perdiz, aunque el escabeche de la húmeda se sale, no podéis salir de aquí sin probar este ancestral guiso. Callos, riñones, huevos de calidad, buenas carnes en forma de Villagodio y pescados bien adquiridos y trabajados como la merluza se alían en esta cocina hogareña y castiza.
Trabajan el producto de temporada y en otoño ofertan buenas setas. Para el mes de Noviembre preparan unas jornadas de casquería que suponemos serán para que se te caigan las criadillas al suelo.
Ofertas de temporada e información en las redes de la cervecería Ponzano. |
En definitiva, la cocina de mercado del local de Paco García, junto a unos buenos vinos de La Rioja, nos empujaron a seguir ascendiendo hacia la cumbre sin dejarnos de preocupar por el estado de Juanito Oiarzabal y Jesús Calleja.
Con la intención de plantar el tercer campamento nos dirigimos a La Sala de Despiece, local de reciente apertura con el leit motiv que lleva como nombre. Petada de corderos estaba la sala de despiece. Apenas pudimos adentrarnos para pupilar lo que allí se cuece, por lo que decidimos dejar la arista para alguna expedición futura.
Barra y entrada de La Sala de Despiece |
Una estampa parecida nos encontramos en el siguiente campamento, a la altura del número 58. Dicen que a los pies de El Himalaya puedes encontrar tanto ambiente como en Ibiza en pleno agosto, pero a nosotros ni una cosa ni otra, preferimos estas cumbres espirituosas y su paisanaje.
En El Doble hicimos el esfuerzo de pedir las cañas desde la puerta, y aquí os vamos a dar un consejo infalible para barras atestadas y conseguir llamar la atención del camarero para que te atienda. Decid en voz alta "AITO". No falla, veréis que rápido mueve la cabeza buscando la procedencia de esa voz. Y si os preguntaís el motivo por el cual atienden a esta orden no tenemos ni la más puñetera idea. Comprobamos que a la cerveza la miman usando el sistema tradicional que se anuncia en la fachada a pesar del alboroto que allí tienen montado. Espumas cremosas, mariscos y buenas conservas reúnen a una fiel y bulliciosa parroquia que a diario hace parada en esta más que tradicional cervecería.
Entrada a El Doble desde José Abascal. Con el interior repleto no te queda otra que la calle, algo que con buen tiempo se agradece. |
Techos altos y conversaciones cruzadas. |
En el reposo que nos tomamos, la relajación llega conversando caña en mano mientras un merecido cigarro comienza a humear entre alguno de nosotros. Vacile y risas dan pié a conectar con algunos de los vecinos del chaflán que habitamos.
Unas encantadoras hermanas adoptan con gratitud esta sana costumbre de charlar con compañeros de barra, en este caso de calle, lo que desemboca en invitaciones simultáneas y a encaminarnos juntos en el arte de disfrutar de un Madrid auténtico.
¡Esto es Madrid!.- Espeta Chelo Pastor dirigiéndose a su hermana Piti, de visita con su marido Javier y respondiendo con una sonrisa asentando con la cabeza.
El juego de batallar con los camareros reclamando tu pedido es típico en días de jaleo. |
Qué razón tiene esta catedrática de literatura. ¡Esto es Madrid! Gente sin prejuicios abierta a disfrutar de la vida. Últimos sorbos y nos encaminamos a la cervecería Fide con ánimo risueño y el puntillo que aportan las fermentaciones aderezadas con aperitivos. Un sol otoñal atempera el recorrido hacia la famosa cervecería permitiendo descubrir un poquito los unos de los otros en las placenteras conversaciones que nos otorgamos.
Cervecería Fide, en el número 17 de Bretón de los Herreros. |
Dani y Fidel Verdugo fundaron hace 50 años una primera cervecería en Ponzano nº 8. La que tenemos ante nosotros tiene doce primaveras como doce soles ofreciendo a los parroquianos unas cañas impresionantes, bien frescas y con una espuma que ya quisieran los fijadores de L'Oréal.
Refrescante cerveza la de Fide. |
Aquí, como en muchas de las otras tabernas, es típico el consumo de conservas de calidad. En Fide las conservas de berberechos Ramón Peña son solícitas con el inconveniente de pedirlas tras unas cuantas rondas. A ver quien dice berberechos cuando la lengua hace de las suyas. En tal caso es mejor decir mejillón, que además los tienen muy ricos de Ramón Franco.
Fco. Javier Cordero, camarero de Fide, nos recomienda también las navajas Mariscadora, pero la visión y el olor de unas firmes gambas blancas en fraternales abrazos con camarones nos hacen declinar las conservas a una segunda conjugación.
Un irresistible tumbado de gambas y camarones. |
Fco. Javier nos marca el camino. |
La infalible combinación de marisco, cerveza y humanidad en estado de gracia nos permite disfrutar de la sincera sonrisa de Javier y de la cordialidad de su compañero Julian Saez ,que nos brinda otra ronda de lúpulos con una tierna timidez.
La penúltima se encarga de ponerla Julian |
¡Madrid es mucho Madrid! Y esto lo decimos nosotros. A estas alturas hemos conformado un grupo variopinto en el que cada cual, a buen seguro, esta reviviendo tiempos pasados en situaciones parecidas. La espontaneidad, compartir con desconocidos como si no lo fueran, ir de un sitio a otro y hablar con el prójimo sin timidez y sin condición. En resumidas cuentas, saborear la calle.
Gamba firme y fresca de Fide. |
Camarón separado de su amada gamba. |
Ventana de La Parroquia, un rincón acogedor para formar una improvisada barra. |
Buen humor a las puertas de La Parroquia |
Justo enfrente de Fide reivindica su existencia La Parroquia. ¡Esto es un no parar! ¿Pero quien dijo que subir los ochomil era fácil?
En una escapada al baño y con la aventura montañesa metida en el subconsciente, alguien asegura haber oído a Jesús Calleja pidiendo auxilio en las entrañas del retrete. Ante tal aseveración otro jura haber visto a Oiarzabal con la nariz metida en una copa Danone de chocolate y nata alabando las bondades del vino Somontano. Un risueño ánimo te guía a estas alturas de la tarde, en la que en ningún momento se haya visto decaer el público en los locales.
Entre tanto, La Parroquia ofrece salazones de Barbate en forma de mojamas de maruca o huevas. Atún Rojo Don Bocarte, embutidos y jamón Joselito, marisco fresco, queso de Tarancón y Picón Asturiano acompañan el tirón del vermut que aquí dispensan.
Las Anchoas del Cantábrico (Codesa) con tomates verdes en salmuera es una mezcla interesante aunque un poco fuerte. Nos recomiendan anchoas La Costera si te decantas por este tipo de semiconserva pesquera.
Esta parroquia zamorana lleva dos años funcionando en lo que eran las antiguas Mantequerias Vidales y hace apenas una semana inauguraron otro local en la misma calle Ponzano, lo que añade un sitio más a esta impresionante ruta castiza en la que nos dejamos muchos otros campamentos por visitar. Recordamos entre ellos la Sala de Despiece la cual cuando quisimos volver estaba cerrando y dejaremos para otro intento de alcanzar altas cimas.
Por hoy tuvimos bastante y nos retiramos con el castizo inyectado en nuestras pupilas y con los andares haciendo equilibrios, viendo, por lo que nos encontramos al cruzar la calle, que no fuimos los únicos en pasárselo bien por Ponzano, la calle que pone la 'z' de castizo a Madriz.
No tengo perdón de 'san dios'... son las dos de la tarde, hace dos horas que ha pasado 'el ángelus' y estoy aquí delante del ordenador escribiendo un reportajillo sobre 'la morcilla más larga del mundo' ¡Y yo sin probarla!... En lugar de estar tomando cañas por ahí, es decir: Ponzano, y eso que estaba invitado a probar el ternasco de Aragón en su modalidad de tapa moderna al uso ¡Este Madriz me mata!
ResponderEliminarOtro día quedo con vosotros y nos tomamos unas rondas.
Pedro Grifol
Cuando quieras, Grifol. Será un placer compartir contigo.
EliminarDiego Garanda
ummmm m e han dado unas ganas de vermutear¡¡¡¡¡. Hay sitios de este reportaje que no conozco, pero mas pronto que tarde los visitaré. Muy buenas las ilustraciones y el guion
ResponderEliminarEste es el Garanda que a mi me gusta ;)
ResponderEliminarR
Las tortillas de La Pinta se hacen con los huevos de Ayyyy Luisi
ResponderEliminarAyyyy Luisi!!
EliminarQué bueno. Creo que hasta percibo el olor a los mil elementos que se combinan en estos establecimientos. Tras leer vuestro reportaje, he concluído que: Es "zano" un paseo por PonZano.
ResponderEliminarPuez zi zeñora. Razón no falta a tal afirmazión.
EliminarCracias por el comentario. Un saludo.
Diegete, buena hora la del Angelus para tomar unas fresquitas cañas.
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