jueves, 18 de abril de 2013

Aromas y sabores en el Palacio Viejo de las Corchuelas

                                                                                                                 Fotos y texto: Diego Garanda

 

 

¡Qué mejor manera de comenzar un día!

                                                                                                     


Entrada del Palacio Viejo de las Corchuelas


 

Un olor penetrante a café se coló por algún resquicio de la puerta de mi habitación y como por arte de magia desconectó mi subconsciente, enredado en una trepidante pesadilla que me atrapaba como ave de presa. Otro aroma, el de pan recién horneado, fue el que me dio el empujón definitivo para zafarme de los brazos de la pereza.

 

 

¡Qué mejor manera de comenzar un día! Pues sí, así es el despertar en el Palacio Viejo de las Corchuelas, una casa rural en el corazón del Parque Nacional de Monfragüe. Una caricia suave de aromas que reactiva tus papilas gustativas con mando a distancia.

Carmen Carbonell y Elisa Pizarro

Carmen Carbonell y su hija, Elisa Pizarro, tienen preparada una mesa de ensueño a la hora pactada. Un dulce despertar con pellizcos salados. Mermeladas caseras de tomate, pomelo, melocotón, moras e higos para acompañar el café o el té; y jamón de bellota, queso fresco y aceite de tomatillas para potenciar el sabor del pan casero recién sacado del horno. El zumo de naranja natural y los bizcochos de nueces y de chocolate pusieron la guinda.

 

Aunque lo habitual es que los huéspedes del Palacio Viejo de Las Corchuelas salgan a comer a algún restaurante de la zona, Carmen y Elisa, por encargo, también preparan potentes platos para comensales ávidos de sabores clásicos: Lentejas, cocidos, cordero, cabrito, ensaladas historiadas, productos de la huerta. Destacar también los intensos sabores de los platos de caza como el venao, el jabalí, el conejo; y los arroces: melosos con tórtolas o zorzales, y el de pasas con champiñón silvestre. ¡Qué decir!, auténticas delicias elaboradas con productos autóctonos, a fuego lento y con mucho amor.
Incluso, manteniendo viejas costumbres de la alta burguesía, también preparan picnic para llevar al campo... Se queda en un determinado enclave y allá que te van madre e hija con tortillas, emparedados, migas... Lo que se les antoje a sus clientes.

Las cenas de El Palacio Viejo de las Corchuelas son para perder el sentido. Con el apetito acariciando los estómagos, Carmen y Elisa reciben a los comensales con una mesa puesta al último detalle. Vajillas y cuberterías centenarias dibujan un atractivo bodegón sobre una mantelería de hilo. Comienzan a desfilar los aperitivos para abrir boca: croquetas de perdiz y paté de berenjena. La sopa de tomate, sopa reina o de pollo, ensalada de perdiz escabechada, bacalao dorado, torta de cebolla, espárragos silvestres, cardillos, criadillas de tierra, albóndigas de caza... Un amplio abanico de posibilidades para satisfacer los paladares más exquisitos.


En definitiva, la cocina de Carmen y Elisa no tiene trampa ni cartón. Productos de extrema calidad cultivados y criados, la mayoría, al lado de su casa. En aquellas tierras que perfilan el corazón de Monfragüe. Una cocina clásica, recuperando recetas ancestrales, de su familia, con toques actuales. Nada de florituras. Platos compactos, otros ligeros como la brisa de un atardecer, pero siempre repletos de honestidad. Su gran virtud.



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